En cierta ocasión, un murciélago cayó
por despiste en el nido de una comadreja a la que los ratones
no hacían ni pizca de gracia.
-¡Te voy a escarmentar fastidioso ratón!
–exclamó muy enfadada.
-Si no soy un ratón, ¿es que no ves
que tengo alas?
La comadreja se fijó entonces y lo dejó
ir en paz, pero al poco el murciélago cayó atolondradamente
en el nido de una segunda comadreja que en esta ocasión aborrecía
a los murciélagos y gruñó al descubrirle:
-¡Vaya con el inoportuno pájaro!
-¿Es que estás ciega, no ves que no
tengo plumaje?, ¡soy un ratón!
Y de nuevo su astucia le libró de males
mayores.
Todo lo cual significa que no perder
el ánimo y saber adaptarse a lo que venga puede salvarnos
en un momento de apuro.
¿Verdad que es una fábula muy instructiva?
¡Hasta el mes que viene!
Lilí