Hola amiguete, soy Lilí, ¿qué tal las vacaciones?, yo aquí
otra vez dispuesta a contaros una nueva fábula del gran Esopo.
Esta se titula:
LA TORTUGA Y LA LIEBRE
Érase una vez una liebre vanidosa que no hacía más que jactarse
delante de cierta tortuga de lo veloz que corría mientras que
la otra caminaba tan lentamente, hasta que un día la pobre tortuga
se cansó de tanta risa a su costa y le dijo que la desafiaba a
una carrera.
La liebre se echó a reír a carcajadas y después de estar largo
rato burlándose de la tortuga aceptó el reto.
Pero como necesitaban a un tercero imparcial que hiciera de árbitro
y juez, designaron al señor Zorro que tenía fama de sabio y honrado.
Con que dicho y hecho, manos a la obra, o mejor dicho, patas para
que os quiero, y empezó la competición.
La tortuga comenzó a caminar y la liebre arrancó veloz como el
rayo, pero al cabo de un kilómetro pensó:
-¿Por qué correr tanto si la tortuga no habrá hecho ni siquiera
dos metros?... No voy a ser yo más tonta que ella, y me echaré
una siestecita para luego reemprender la carrera que de todas
formas tengo ganada de sobras.
Así lo hizo la vanidosa liebre con el resultado de que se quedó profundamente
dormida al pie de un árbol. Tan y tan a gusto dormía que no se
dio cuenta de que el tiempo avanzaba y con él la tortuga que pasito
a pasito recorrió todo el camino hasta alcanzar la meta ganando
la carrera con las felicitaciones del señor Zorro quien había
estado vigilando que no se hicieran trampas.
Lo
que quiere decir que quien confía demasiado en sí mismo
y desprecia a los demás por considerarse superior, siempre suele
perder.
Bonita fábula, ¿eh?, y muy instructiva, no la olvides.
Hasta el mes de octubre, ¡chaoooooo!
Lilí
Visita
el blog