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                    Hola, 
                      soy Batman y voy a contaros mi historia que parece sacada 
                      de una novela de intriga.  
                    En 
                      enero, el mes de los gatos, no sé por qué lo llaman así, 
                      pero así lo llaman, una tarde de sábado aparecí en el rellano 
                      del último piso de una casa de vecinos... Yo sé quien me 
                      puso allí, mi antiguo amo que me había dormido previamente 
                      con una pastilla encerrándome en su mochila de excursión... 
                      Bueno, pues me abandonó y tan contento. 
                    Cuando me desperté estaba desorientado y tenía miedo, 
                      me había dormido en mi cestito y ahora estaba en una escalera 
                      enorme y fría. Algo mareado empecé a bajar cautelosamente 
                      las escaleras y, en eso, un vecino que salía de su casa 
                      me descubrió asomando la cabeza por una esquina. 
                    ¡No 
                      queráis saber la que se organizó! 
                    Como 
                      es natural nadie atinaba a suponer de dónde venía, y, ¡almas 
                      cándidas!, llegaron a creer que tal vez era el gato de los 
                      del primer piso, no sé por qué pensaron semejante cosa puesto 
                      que ellos nunca han tenido gato, pero el caso es que lo 
                      pensaron, y como los del primero no estaban, era fin de 
                      semana, imaginaron que me había escapado por la ventana 
                      de la cocina y decidieron retenerme para que no volviese 
                      a irme por ahí. Mientras, yo sólo tenía ganas de echarme 
                      un sueñecito en algún cómodo sillón. 
                     Bueno, 
                      abreviando: nadie llegó a identificarse como mi dueño y 
                      yo visité los tres pisos del rellano hasta que, finalmente 
                      y apenas seis horas después de mi aparición,  la 
                      puerta de uno de esos pisos se abrió definitivamente para 
                      mí y aquí estoy, aunque primero tuve que conquistar a Dumka, 
                      una preciosa gata siamesa que no me miraba con muy buenos 
                      ojos al principio, si hemos de ser sinceros; claro, yo era 
                      un intruso, pero afortunadamente soy muy joven, un cachorro 
                      no, eh, y Dumka, pasado el primer recelo, supo que yo no 
                      había venido a discutir su jerarquía sino a hacerme su amigo. 
                       
                    Y 
                      aquí sigo muy bien considerado, vecinos incluidos, por mis 
                      nuevos dueños que son estupendos y aceptado por Dumka, que 
                      es lo más importante, porque si no... De mi anterior amo 
                      ni me acuerdo; no se lo merece, y ahora le cedo la palabra 
                      a Dumka que también 
                      quiere contaros algo; yo me voy a jugar un ratito. 
                     
                      
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