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22 de abril, 2012 Tal vez sea la palabra más utilizada en todos los idiomas, la más repetida, ya que a diario la podemos pronunciar todos millones de veces; mamá. Y, es curioso, pero mamá encierra para cada uno de nosotros su propio y muy personal significado; tiene un rostro, y una personalidad, única y exclusiva, es como una verdad que poseyera mil rostros diferentes pero siempre fuese la misma, y eso, que para otras cosas puede resultar hasta imposible, en su caso es perfectamente viable. Para mi hermana y para mí, nuestra madre era simplemente mamá y aunque oyéramos a otras hijas mencionar a su madre, la nuestra era la nuestra y no había discusión: mamá era mamá. Mamá nació en 1912, un año muy significativo entonces y más todavía ahora que celebra su centenario con la amenaza del fin del mundo para el próximo mes de diciembre, según la profecía maya. Pero hay más. Mamá nació el 22 de abril, un mes lleno de efemérides sonadas de imborrable recuerdo, la del hundimiento del Titanic es una de ellas, el 15 de abril, la otra el fallecimiento de Bram Stoker el 20 de abril del mismo año.
(Buscando efemérides destacadas sobre el día 22 de abril, concretamente buscando a personas que hubieran nacido ese mismo día encontré la de Henry Fielding, 22.4.1707, y la de María Zambrano 22.4.1904, pero lo sorprendente fue hallar el nombre de Kathleen Ferrier, nacida el 22 de abril de 1912, una famosa contralto británica que se casó, igual que mamá, el mismo año que ella, y como se adjuntaba fotografía descubrí con sorpresa un razonable parecido físico entre ambas. Mamá también tenía una voz muy bonita cantando y le gustaba mucho la música, pero en todos estos paralelismos acaba el parecido; Ferrier nunca tuvo hijos y murió muy joven a los 41 años). A mamá le atraía, le fascinaba y le aterrorizaba el mar, no la playa, sino el mar, alta mar, sobre todo cuando oía hablar de naufragios, y en ocasiones, bromeando, decía que ella debía ser la reencarnación de una de las víctimas del Titanic, pero lo decía como el que juega, sin auténtico convencimiento, más bien era una fantasía. Mamá tenía imaginación pero nunca escribió ninguna novela, mamá creía en Dios pero no era religiosa al uso. Bodas, bautizos, comuniones y entierros constituían sus únicas visitas a la iglesia, sin embargo, por paradójico que resulte, profesaba una gran devoción a la Virgen del Perpetuo Socorro, lámina grande enmarcada a la que ella le ponía siempre flores, eso sin olvidar a San Martín de Porres, cuya imagen no faltaba en su mesilla de noche. Me gustaría contar una anécdota que tal vez pueda describir su forma de ser en cuestión de creencias, no para que alguien la comprenda ya que a nadie ha de rendir cuentas de su forma de ser, sino para que se sepa como era.
Ya sé que para muchos esta anécdota puede resultar intrascendente o tonta, una reflexión vacía de sentido, pero yo la encuentro muy poética y ya entonces me hizo pensar en aquellas creencias paganas que representaban el alma bajo el aspecto de una mariposa. Yo lo sabía pero mamá no y encontré curioso el hecho de la comparación. Una breve mariposita azul que ascendió entre los árboles de tronco delgado y altas copas de verde oscuridad. Nuestros amigos, muy bien educados ellos, pusieron cara de circunstancias pero no se rieron e incluso siguieron el vuelo errático de la mariposa hasta que se perdió de vista, algo tan pequeño y tan frágil a merced del picotazo de cualquier ave, una pequeña alma azul que volaba hacia la luz del sol, aquellos famosos rayos de los cuadros que parecen escaleras hacia el cielo. Hoy se cumple el centenario de su nacimiento dentro de un año cuajado de incógnitas y, según los mayas, decisivo, no podía ser menos tratándose de mamá. © 2012 Estrella Cardona Gamio
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