La literatura existe porque la vida no basta, Antonio Tabucchi
 
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Leopold MozartMOZART 250 ANIVERSARIO © 2006 Estrella Cardona Gamio 
LA FLAUTA MÁGICA | DOCTOR MOZART (Musicoterapia)

El día 27 de enero del 2006 se cumplen 250 años del nacimiento de Wolfgang Amadeus Mozart, y aunque nuestra página se halla dedicada a la literatura, no hacemos del todo una excepción al hablar de Mozart ya que éste ha inspirado numerosos libros entre biografías y ensayos habiendo aparecido hasta en novelas, por no citar ya alguna película pretendidamente biográfica en la cual se daba una imagen burlesca de su persona, e incluso distorsionada, de la relación que mantuvo con Salieri.

Siendo la vida de Mozart tan breve, 35 años, siendo un genio indiscutido, no voy ahondar en este artículo en su obra de sobras conocida, me centraré en esa infancia de niño prodigio de otra época y en la influencia que tuvo su padre en ella.

Muchas veces he pensado que si Mozart hubiera nacido en la actualidad, Leopoldo, su avispado padre, más que padre manager, no habría vacilado en exhibirlo como un fenómeno de feria por todas las televisiones mundiales y no hay duda de que hubiese ganado bastante más dinero que cuando lo arrastraba de corte en corte para que los príncipes, reyes, emperadores y emperatrices aplaudieran su talento, sin importarle las incomodidades y las molestias de los desplazamientos agotadores a Herr Leopoldo si de ellos sacaba un provecho económico, ya que su única preocupación estribaba en que el niño no enfermase porque la enfermedad suspendía actuaciones, y si nWolfgang Amadeus Mozarto había actuación no había dinero. Así el pequeño sufrió fiebres reumáticas, resfriados, e incluso, junto con su hermana Nannerl, contrajo la viruela, y ambas criaturas no murieron de milagro.

El pequeño Mozart nunca fue un niño como los demás, ni su hermana tampoco –por cierto, que poca justicia se le ha hecho eclipsado su talento por el de Wolfgang-, careció de juegos infantiles y de amigos de su edad; se hizo adulto tempranamente y de ahí un carácter infantil y juguetón que no deja de sorprendernos incluso en las postreras semanas de su vida.

Si con la perspectiva que otorga el paso del tiempo, comparamos el índice de longevidad de siglos atrás con el nuestro, no es ya sólo Mozart un ejemplo a tener en cuenta pues no es único: la gente empezaba a ser vieja a los treinta años y si alcanzaban los sesenta podían ser considerados matusalems, en contrapartida sin embargo, sus existencias discurrían vertiginosWolfgang Amadeus Mozartamente como le sucedió al jovencísimo músico quien a los cuatro años comienza a recibir clases de su padre y a los cinco compone Minueto y trío para piano en sol mayor (K.1), a los diez años ya había viajado por doce ciudades europeas, todas principales y cultivadas, entre las que se contaban París, Bruselas y Londres, a los trece se convierte en director de orquesta de la corte, a los quince estrena en Milán Ascanio in Alba (K 111), y a los diez y seis empieza a cobrar un sueldo como director de orquesta.

Esta existencia vivida al límite sin la pretensión de hacerlo, le abocará a un aceleración en sus últimos años en los que compone sin cesar abrumado por las deudas, superándose a cada nueva obra, y esto es lo verdaderamente sorprendente en la vida de Mozart; cuanto peor es su salud más y mejor compone. Escuchando La flauta mágica o el Réquiem nos llena de admiración comprobar como este par de obras maestras hayan podido salir de la mente de un enfermo cuyo estado requería más reposo que no trabajo, nos pasma ese compromiso sobrehumano con sus propias responsabilidades, el esfuerzo, y, sobre todo, su maravillosa inspiración, ante ello no queda sino descubrirse y pensar con dolor que si la mala salud le arrastró a la tumba en pleno rendimiento de su genio, todo se debía a la falta de defensas propiciada por una infancia en la que fue explotado sin miramientos por su padre.

Y para remate de males, el epitafio de la inexistente tumba del compositor, fue el que arrojaran su cadáver a la fosa común, un final injusto con uno de los nombres más gloriosos de la historia de la música, por suerte su obra pervive y cada vez que la escuchamos nos demuestra que Wolfgang Amadeus Mozart continúa vivo entre nosotros.

LA FLAUTA MÁGICA

Papageno, La flauta mágicaLo que más sorprende de las tres últimas obras de Mozart, sus dos operas La flauta mágica, La clemencia de Tito, y el Réquiem, es que fueran compuestas cuando el autor se estaba muriendo, o sea, en los postreros meses de su breve existencia, y además escritas como aquel que dice contra reloj ya que el compositor era muy consciente no sólo de que su salud iba empeorando sino, también, de que su situación económica resultaba, una vez más, insostenible y por ello motivo de tormento al pensar en el precario futuro de su familia. Así La clemencia de Tito se compuso en 18 días, comenzándose a finales de agosto de 1791, y su estreno tuvo lugar el 6 de septiembre.

Ésta fue una ópera que podría denominarse “emparedada” entre La flauta mágica, cuyo inicio data de mayo del mismo año pues vióse concluida el 28 de septiembre -teniendo ocasión su estreno dos días después en el Theater auf der Wieden de Viena-, y el inacabado Réquiem.

La leyenda magnificada del Réquiem con la incógnita del personaje fundamental, misterioso y siniestro, pone el broche de oro a su carrera artística, y a unas exequias humildísimas, por no decir vergonzantes: “¿acaso no he anunciado que este Réquiem lo estaba escribiendo para mí?”, pero antes había compuesto las dos óperas mencionadas al principio, y el a más a más, entreverado, del Concierto para clarinete, y la Pequeña cantata masónica, K 623.

La clemencia de Tito fue una imposición cortesana debida a los fastos de la coronación del emperador Leopoldo II como rey de Bohemia, que obviamente, era inadmisible retrasar, también necesitaba el dinero como siempre, y La Flauta mágica, otra urgencia económica compartida en esta ocasión con Emmanuel Schikaneder autor, amén de actor y empresario teatral, del destornillado libreto, que sólo la música de Mozart pudo salvar.

Y ahora viene la segunda parte, es decir, otra leyenda: el presunto mensaje masónico que afirman se esconde en ella a través de los ritos iniciativos que trascurren en el antiguo Egipto, y digo presunto ya que de todos era bien sabida la filiación masónica tanto de Mozart como de su libretista, de lo que se deduce que no se trataba de ningún mensaje subliminal precisamente.

Valdría la pena preguntarse, si muchas obras famosas tanto de la literatura, pintura, arte en general vaya, lo son por ellas mismas o por el trasfondo que se les ha añadido en ciertas ocasiones, a modo de sambenito; es igual que buscarle tres pies al gato simplemente porque el ser humano es curioso por naturaleza y le agrada descifrar códigos aparentemente herméticos.

La flauta mágica, escenaSegún parece Emmanuel Schikaneder tenía una imaginación delirante a la que estimulaba el consumo del alcohol, y La flauta mágica, musicalmente denominada singspiel, ópera popular alemana en donde se alternan los números cantados y hablados, fue un refrito del cuento oriental, Lulú o la flauta mágica, de August Jacob Liebeskind, extraído de una antología publicada por C. Martin Wieland en 1789, de Los misterios egipcios, de Ignaz von Bom, de novelas como Sethos de Jean Terrasson, posiblemente Thamos, rey de Egipto, drama de Philippe von Greber, la refundición de otro libreto de Schikaneder, e incluso de Zaide una obra precedente de Wolfgang Amadeus. Por lo que se puede comprender, un todo bastante caótico, de ahí que quizá sea esta la razón de que guste tanto al público infantil aunque no sea un cuento para niños, ya que no fue escrito con esa intención.

Siempre se ha dicho que la música de Mozart salvó el libreto, y es cierto, al dotarle de una profundidad y de un sentimiento que jamás hubiera conocido en manos de otro compositor; la simpleza de Papageno, por cierto que el primero en interpretarlo fue el propio Schikaneder, devino picara comicidad y la poca consistencia de los personajes principales, el príncipe Tamino y la princesa Pamina, tuvo matices ensoñadores, la maldad grotesca de Monostatos cobró un papel relevante y la ambigua conducta de la Reina de la Noche, permitió el lucimiento de unas arias magníficas.

El argumento en sí, que es un verdadero lío de encuentros y desencuentros sustentado sobre unos enamoramientos totalmente románticos -él ve un retrato de ella y la ama inmediatamente, ella verá un retrato de él más adelante y lo mismo-,nos habla de un príncipe, Tamino que tiene que liberar a Pamina la hija de la Reina de la Noche, del malvado sacerdote Sarastro, que de malvado no tiene nada como se descubrirá a su debido tiempo, para ello se le entrega al príncipe una flauta mágica de oro como única protección y ayuda.

La flauta mágica, programaPamina en tanto se halla secuestrada y en poder de Monostatos su guardián, el verdadero villano de la ópera, y Tamino es el encargado de rescatarla ayudado por el pajarero Papageno. Las aventuras y los equívocos se suceden ininterrumpidamente; él cree que ella ha muerto, pero el malentendido se desvanece al encontrarse ambos por primera vez cayendo el uno en brazos del otro en presencia del sacerdote egipcio Sarastro convertido ahora en su bienhechor, luego viene la iniciación de Tamino en el templo, más adelante Pamina se engaña creyendo que él no la ama y la existencia deja de tener valor para ella; aclarado el error, en las pruebas de iniciación, es la vida de Tamino la que parece peligrar, pero, naturalmente todo se arreglará de la mejor manera posible y al final, los amantes se reúnen felices e incluso Papageno halla a su Papagena –lo que por si solo ya constituye otra historia- ¡ah!, y los malos son castigados, es decir, Monostatos y la Reina de la Noche quien de madre amantísima, sólo en apariencia, ha pasado a ser egoísta, ambiciosa, y, por ende, intrigante y malvada.

Según se puede advertir, la acción es trepidante y compleja y eso que nos hemos saltado muchos pormenores de la ópera que es mejor ver y escuchar en directo para saborearla en su totalidad.

Lo que sorprende, y no me cansaré de repetirlo, es que un Mozart que se iba apagando como la luz de una vela, pudiese sacar fuerzas de flaqueza y componer la música de La flauta mágica, cuyo argumento entre trascendente y bufo, no resultaba el más idóneo para su estado de salud, y ahí es donde el genio de este hombre deslumbra por entero y es motivo de reflexión y ejemplo a seguir, cuando muchos artistas se quejan de que les falta inspiración porque el medio, preocupaciones, falta de dinero, enfermedad, no es el apropiado para su trabajo.

 

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