LA
OTRA CARA DE LOS CUENTOS INFANTILES
©
2000 Estrella Cardona
Gamio
Se acusó
a Walt Disney hace años, concretamente a él y no a su factoría,
de realizar películas de dibujos animados en las que imperaban
el sadismo y la violencia, hasta el punto de que el inocente y cascarrabias
Pato Donald, fue vetado en Suecia por ser un mal ejemplo para los niños
de ese país.
Resulta chocante
tal modo de pensar, cuanto que la literatura infantil clásica se
nutre de las más espeluznantes historias que en la infancia nos
han estremecido de terror en más de una ocasión, sólo
paliado con el obligatorio desenlace feliz que nos hacía respirar
de alivio cuando los héroes o heroínas escapaban por fin
de sus desventuras.
Recordemos, sino,
algunos ejemplos que parecen constituir el índice de una literatura,
en la cual todo resulta de lo menos apropiado para la chiquillería,
aunque pueda comunicar la impresión contraria.
Empezando por Andersen,
desempolvemos su patético cuento La pequeña vendedora
de cerillas, en el cual una pobre huérfana muere bajo la nevada
en Nochebuena, mientras intenta calentarse las manos con la llama de las
cerillas que no ha vendido. Luego está el Patito Feo, La
Sirenita y su trágica historia de amor, sufrimiento y muerte,
Las zapatillas rojas, en la que el verdugo le tiene que cortar
los pies a la heroína para que ésta recobre la paz. El
soldadito de plomo con el soldado y su amada bailarina calcinados
en la chimenea, y El abeto, que narra la historia de un orgulloso
abeto que vive dichoso en el bosque hasta que lo cortan y lo llevan a
una casa principal por Navidad, para adornarlo. El abeto cree que le admiran
y le quieren porque todos rien y cantan a su alrededor, pero cuando terminan
las fiestas, es arrojado a la leñera donde tendrá el fin
que es de suponer.
Tampoco Oscar Wilde
escapó a la tradición escribiendo su Príncipe
Feliz, que de feliz no tenía nada por cierto. Ya lo habréis
leído imagino. El Príncipe Feliz muere y le erigen una estatua
de oro y pedrería, que él, por medio de una bondadosa golondrina,
va regalando a pedazos a sus súbditos pobres; al final muere la
golondrina y la estatua, desmantelada es arrojada a la basura.
Remontándonos
ahora a cuentos más antiguos, diremos que en Repuncel, la
bruja, mediante extorsión y chantaje, compra una niña a
sus padres, que posteriormente encierra en una torre sin puerta incomunicándola
del mundo, y con la cual mantiene una relación un tanto ambigua
hasta la llegada del consabido príncipe, a quien celosa, la bruja,
hace caer desde la alta ventana sobre una mata de espinos que le sacan
los ojos.
Piel
de Asno, aquí es un rey, que al quedar viudo se enamora
de su propia hija adolescente, logrando con su acoso el que ella huya
disfrazada con la piel del asno mágico que llenaba cada mañana
los establos reales de monedas de oro, ya que el padre, ciego en su incestuosa
pasión, le ofrece dicha piel sacrificando al animal, sólo
porque su hija se lo pide creyendo que no le concederá ese capricho
que equivaldría a renunciar a desposarla. "Sólo me casaré
contigo si..."
La archifamosa
Cenicienta, cuyo perdido zapatito de cristal enmascara un sutil
fetichismo, eso ya por no hablar del maltrato psicológico y físico
al que someten madrastra y hermanastras, a la pobre huérfana.
Barba Azul,
precursor de psicópatas y asesinos en serie, con su cámara
de los horrores en donde se ocultan los cadáveres de las esposas
asesinadas.
Caperucita Roja,
una historia de seducción que acaba con el desagradable despanzurramiento
del Lobo, contado como si se tratase de un juego: "Caperucita, dentro
de la barriga del Lobo, se dio cuenta de pronto de que llevaba las tijeritas
de costura en el bolsillo del delantal, y cogiéndolas, tris tras,
tris tras, empezó a cortarle la tripita al animal hasta hacer un
boquete por el que ella y su abuelita pudieron escapar mientras la fiera
dormía el sueño pesado de la digestión, luego fueron
al río y le llenaron la panza de piedras, cosiendo a continuación
la abertura, de modo y manera que cuando el malvado lobo despertó
y sediento se llegó al agua a beber, las piedras le pesaron tanto
que cayó de cabeza ahogándose en la corriente".
En otras ocasiones es el cazador el que interviene, pero el final resulta
siempre el mismo.
Hansel y Gretel
es un cuento en el que el canibalismo es su leit motiv, arrojando
la niña buena, Gretel, a la bruja-ogresa al horno en donde se asa
viva; justo castigo de sus maldades.
Esta figura del
ogro suele salir en muchos cuentos, como por ejemplo el de Pulgarcito.
Cuento que ha llegado hasta nosotros considerablemente mutilado, ya que
al final no se acaba escapando, sin más, del ogro que ha encerrado
al héroe y a sus hermanos, pues el ogro tiene tantas hijas como
los niños a los que ha dado cobijo con la intención de comérselos,
y aquella fatídica noche las niñas duermen en una cama y
los niños en otra, dentro de la misma habitación, sólo
que las niñas llevan una corona de oro en su cabeza y los chicos
un gorro de lana. Habiéndose dado cuenta de ello Pulgarcito, muy
astuto él, cambia los gorros por las coronas, entonces llega el
ogro, se equivoca, y degüella a sus propias hijas mientras Pulgarcito
y sus hermanos aprovechan para escapar.
Por último
citaremos el cuento de la Bella Durmiente, en el que aparte de
que la necrofilia se insinúa de manera subliminal, también
surge una ogresa, auténtico desenlace del cuento que muchos ignoran.
El príncipe
que despierta a la Bella Durmiente, tiene una madre ogresa, y al casarse
con la joven se la lleva a su reino en el que se encuentra con la triste
noticia de la muerte de su padre en una cacería. Convertido en
rey a su vez, transcurren los años, y un mal día tiene que
partir a una guerra dejando en palacio a su esposa y a sus hijos Aurora
y Día. Como sea que la guerra se prolongue, la abuela ogresa, decide
comerse a sus nietos y a su nuera, (piensa explicarle a su hijo que los
tres fallecieron de unas fiebres), contando para ello con la complicidad
del cocinero mayor, quien, hombre bueno, engaña a la ogresa haciéndole
creer que se come a su nieta, cuando es una gacela la que le sirve, igual
sucede con el principito Día, ocupando en esta ocasión su
lugar un venado, y el de la Bella Durmiente una cierva. Descubierto el
engaño, la vieja ogresa monta en cólera y manda preparar
en el patio del castillo un gran caldero en el que pretende cocer vivos
a sus nietos, a su nuera y al cocinero, llegando entonces oportunamente
el joven rey que impide tal barbaridad, no pudiendo evitar, sin embargo,
que sea su madre la que, loca de ira, se arroje ella misma al caldero,
pereciendo.
¡Entrañables
cuentos
de nuestra infancia!
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