La literatura existe porque la vida no basta, Antonio Tabucchi
 
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Thomas ChattertonTHOMAS CHATTERTON O MORIR EN PLENA ADOLESCENCIA

En siglos pasados se solía morir joven, una persona de 50 años ya era vieja, un niño un adulto en miniatura, y los adolescentes eran jóvenes a un paso de la madurez, basta con echar una ojeada hacia atrás y nos encontramos con lord Byron muerto a los 36 años, a las Brontë fallecidas: Emily a los 30, Anne a los 29, Charlotte a los 39,... y Thomas Chatterton pocos meses antes de cumplir los 18 años, sólo por citar unos cuantos, omitiendo a quienes murieron en accidente ya que éste no es deceso natural.

La característica es que todos vivían deprisa, agotaban rápidamente las etapas y se extinguían con el deber cumplido de una vida plena y un destino realizado. Los muy viejos, que los hubo, excepción que confirma la regla, no contaban, eran como reliquias vivientes, como antiguas leyendas, en cualquier caso rarezas dignas de admiración. Goethe, por ejemplo.

Una de las cosas que menos me gustan es pensar en la muerte prematura de aquellos seres llenos de vida que nunca podrán recorrerla plenamente, es cómo presenciar el vandalismo de un niño pequeño que devasta las flores del jardín, arrancándolas, pisoteándolas, destrozándolas, y se queda tan satisfecho después, la misma sensación de impotencia e ira, el no entender por qué suceden determinadas situaciones tan injustas como arbitrarias, el por qué han de morir los adolescentes cuando se encaminan hacia la vida llenos de ilusiones y esperanzas, cuando no piensan, ¿por qué habrían de hacerlo?, que al día siguiente pueden no estar vivos.

En la Inglaterra de siglo XVIII hubo una vez un joven, Thomas Chatterton se llamaba que se suicidó a los 17 años, y su corta vida se halla tan repleta de acontecimientos, que bien podemos decir que la apuró cumplidamente siendo su auto inmolación la rúbrica romántica que una determinada época le imponía.

No es que lo dé por ejemplo ya que su breve existencia no fue precisamente ejemplar pero siempre me ha dolido que renunciara a ella a edad tan temprana, lo encuentro absurdo, estúpido, cómo la muerte de Werther (por muy literaria que sea y que prendió la mecha de los suicidios por amor), tiró por la borda una existencia entera y lo más penoso es que lo hizo voluntariamente. Eran tiempos en los que se coqueteaba con Átropos como el que ronda a la amada, el tiempo (a caballo entre dos siglos) en el cual Percival Shelley y Mary Godwin, se citaban en el cementerio para vivir sus clandestinos amores, todo muy propio de una cultura determinada, y que ahora, en ocasiones, puede fascinarnos, tal vez porque queda muy lejos.

La muerte era romántica y el suicidio una aventura.

Chatterton, huérfano de padre, fue expulsado de la escuela a los cinco años por inútil, a los siete aprendió a leer y ya no paró, en esa infancia que hoy en día puede parecernos increíble, leyó de todo, sobre astronomía, música, heráldica, medicina y muchos más temas, absorbiéndolos. Pretendía ser conocido para ayudar a su madre y hermana económicamente. Fuera de toda duda, era un niño de otra época, esta fue la causa que le impulsó a convertirse en falsificador, inventándose a los 11 años una égloga, Eleonure y Juga, que hizo pasar por un viejo manuscrito del siglo XV que no vaciló en atribuir al inexistente monje medieval Thomas Rowley, fruto de su imaginación.

Tan singular carrera prosiguió falsaria y prolífica, embaucando a todo el mundo dado su perfeccionismo a la hora de falsificar no regateando pormenores y datos para dar mayor verosimilitud a sus fraudes.

Finalmente, el año de su muerte, empezó a estar bajo sospecha, pero eso no le arredró, sin embargo sobre su suicidio, acaecido el 24 de agosto de 1770, planeará siempre la sospecha de si no fue la puerta de escape de un mundo que empezaba a volvérsele hostil. ¿Huída o venganza?

Lo único cierto entre tanto embuste es que fue un notable poeta aunque presentara los versos de su autoría como obra de aquellas criaturas imaginarias a las que dotase de vida propia.

No hay nada más triste que una existencia que acaba antes de empezar, triste y doloroso para los que quedan y recuerdan.

Hoy, 26 de junio, hace 20 años, un coche atropelló, dándose a la fuga después, a un primito mío de 18 años, este 2012, en noviembre, hubiera cumplido 39, y yo me pregunto, ¿dónde están esas páginas en blanco del diario de su vida? Merecía vivirla y un loco del volante acabó con ella. Era un muchacho, alegre, inteligente y buena persona, ¿por qué?

Vuelvo a pensar en el niñito que destroza un jardín para divertirse...

© 26 de junio, 2012 Estrella Cardona Gamio

© C. CARDONA GAMIO EDICIONES. Reservados todos los derechos. En la Red desde 1999.