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L’AUCA DEL SENYOR ESTEVE
por Estrella Cardona Gamio

L’auca del senyor Esteve, de bien merecida fama, es una novela –también convertida en obra de teatro-, de Santiago Rusiñol. Escrita en catalán, ya que su autor lo era, nació el 25 de febrero del año 1861 en el número 37 de la calle Princesa, de Barcelona, contiene un magistral retrato costumbrista de la época en su ciudad natal, y se halla en parte inspirado en su propia vida cuando al quedar huérfano su abuelo Jaume lo recogió ocupándose de darle una educación, y es eso, precisamente, lo que se recrea en la obra, presentando esta parte de su existencia con un fino humor que a veces se convierte en sarcástica ironía.

Infancia hasta cierto punto dickensiana presidida por la todopoderosa e indiscutible figura de un Jaume Rusiñol negociante y con gran sentido práctico que no entendía de otra cosa que no fuesen números y libros de contabilidad.

L’auca del senyor Esteve, que traducido quiere decir La aleluya del señor Esteban –y todos sabemos de sobras lo que significa la palabra aleluya: conjunto de estampas de leyenda-, narra la vida del tal Esteve a partir de su nacimiento hasta su óbito, una vida consagrada desde la cuna al trabajo, al trabajo y al trabajo en la mercería “La Puntual”, negocio familiar heredado siempre por los primogénitos.

Esta novela, pese a haberse publicado en 1907, pronto se cumplirá el centenario, es de una gran actualidad en su manera de enfocar las situaciones; ágil, divertida, no hay párrafo que no desate la carcajada. Creo, sinceramente, que si L’auca del senyor Esteve surgió así, fuera de los senderos trillados de la novela catalana de entonces, es porque su autor fue un hombre de mundo que residió en París durante algunos años, siete para ser exactos; en su momento, sin embargo, la novela no tuvo buena acogida en ciertos sectores porque muchos se vieron reflejados en ella, al ser una desenfadada crítica de la burguesía catalana.

L’auca se divide en tres partes, o sea, tres etapas de una vida, que ya lo revelan todo. La primera titulada L’Estevet, lo que viene a significar el pequeño Esteban, la segunda L’Esteve, o El Esteban, y la tercera, El senyor Esteve, es decir, El señor Esteban.

Comienza con su nacimiento en el piso superior de la mercería, que es el domicilio de sus padres situado frente a un cuartel, y el capítulo inicial dice así: Del modo natural que el Estevet llegó a este valle de números, y en el cual hay fragmentos tan divertidos como este:

"Pero aquel niño no venía, y las compradoras no dejaban de entrar, de una en una, de dos en dos, en grupos. Venían para curiosear, pero de pasada hacían gasto. Años hacía en “La Puntual” que no se había hecho tanta caja. Si cada día tuviese hijos, se decía el señor Ramón, con unos cuantos hijos y con unos cuantos años, se convertiría en un hombre respetable."

El momento preciso en que el Estevet nace, tampoco tiene desperdicio:

"-¿Qué hace?, ¿qué no sube? –gritó la comadrona.

-¿Ya está? –exclamó el señor Ramón, emocionado.

-¡Jesús, no hace rato ya! ¡Ha nacido cuando tocaban a rancho!"

El Estevet va creciendo, y vale la pena seguir este desarrollo porque los detalles son de lo más hilarantes, se convierte en un joven y finalmente se casa después de haber llevado un noviazgo al estilo de la época, en el cual los probables novios iban siempre de paseo escoltados por carabinas, es decir, virtuosas solteronas, como esas tres Marías que acompañan al Estevet y a la Tomaseta, en su paseo por el “Jardí del General”, mientras ellos sostienen el siguiente diálogo:

"-¡Qué jardín tan mal arreglado!

-Se ve que lo cuidan hombres –dijo ella.

-¿Le gustaría tener un jardín?- insinuó él atreviéndose.

-Un jardín, no – puntualizó ella- Me gustaría tener una finca, con verduras, frutales, con lavadero, agua corriente y muchas aves de corral.

-Pues con el tiempo lo tendrá –dijo él-, y le pareció que había dicho tanto, que se puso rojo como una dalia."

Luego, ya casado, y convertido en el Esteve, es padre de un niño al que llaman Ramonet como su abuelo, un niño que por cierto, no heredará la disposición para el negocio de sus antecesores. Y es en su infancia donde tiene lugar uno de los capítulos más desternillantes de la novela.

Como el Ramonet posee unos precioso rizos y cara de angelito, a la madre y demás féminas allegadas, entre familiares y vecinas, no se les ocurre mejor idea que la de disfrazarlo de San Juan niño, con un corderito vivo incorporado, para que vaya a la procesión de Corpus Christi acompañado por el señor Pau, el sufrido tenedor de libros, y aquello acaba como el rosario de la aurora, con un chiquillo que se hace pis encima en plena procesión porque no se llega a tiempo debido a los impedimentos que ofrece su disfraz, un chiquillo que, cansado, se niega a seguir andando, con un señor Pau que finalmente tiene que llevarlo a cuestas, con un chaparrón que cae de improviso calándoles, y con un cordero, un niño y un contable que regresan de esta guisa al hogar:

"¡Llegaban, sí; pero en qué estado! ¡Totalmente empapados!

De aquel San Juan tan niño, nada más quedaba la pelliza.¡ Ni corona, ni pandereta, ni sandalias, casi ni rizos; todo se había ido con el agua! El atribulado señor Pau sólo pudo salvar el sombrero, porque llevaba un pañuelo, pero había perdido el pañuelo, que valía más que el sombrero; y el cordero casi ya no era un cordero; sucio, enfangado, sin adornos y con las flores hechas una pasta que le había teñido el lomo, en lugar de un cordero de San Juan, era un carnero de matadero que se había extraviado y al que conducían con una cuerda."

Pero el final del drama viene cuando, a la mañana siguiente se tienen que llevar al cordero para que se cumpla su destino, y el Ramonet se lo toma tan a pecho que todos creen que va a caer enfermo de la pena.

"-No he visto nunca una criatura con tanto sentimiento como ésta –dijo la madre, sorprendida.

-No sé a quién se parece –dijeron al unísono las tres Marías.

-Déjate estar de parecidos, ni de corderos, ni de cosas fútiles –dijo el Esteve a su mujer- Con una vez ya hay bastante de todas estas procesiones y tonterías. Baja a la tienda, que hay muchos pedidos atrasados, y los pedidos son los pedidos.

A destacar la figura del abuelo del protagonista, en la que  Rusiñol retrata al suyo propio en una caricatura muy poco caritativa, confundiéndose luego el abuelo con el mismo Esteve cuando a éste le toca el turno de ser padre a su vez. Ahí es donde Rusiñol afila la pluma y lo que es un enfrentamiento de generaciones nada divertido, se convierte en el burla burlando de una situación terriblemente cómica si analizamos el doble sentido con el que está escrita.

Finalmente llega el desenlace y con él la muerte del protagonista, que Rusiñol describe con las siguientes palabras:

"Cinco generaciones de hombres prácticos le hacían hablar al borde de la sepultura, y moría sin dolor, sin luz y sin tinieblas; moría ni joven ni viejo, con la cabeza ni caliente ni fría, con los ojos que no contemplaban ningún sitio concreto, con el pensamiento amodorrado y con la mirada confusa."

Y el toque final, el guiño travieso que cierra la novela, lo pone el Ramonet, su hijo, con una frase que viene a ser la moraleja de la historia, una moraleja “políticamente incorrecta”, que te arranca la sonrisa, ya que no la risa porque al llegar el desenlace, el pobre senyor Esteve, se ha convertido en alguien muy entrañable para los lectores.

Resumiendo: una novela de humor que hace reflexionar, aun en medio de la carcajada, buenísima y altamente recomendable.

Los fragmentos incluidos de L’auca del senyor Esteve, han sido traducidos al castellano por Estrella Cardona Gamio, la autora de esta reseña.

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