Alejandro Dumas (padre)


Alejandro Dumas padre, nació el 24 de julio de 1802 en Villers-Cotterês, Francia, siendo inscrito como Dumas Davy de la Pailleterie, ya que su abuelo Antoine-Alexandre era marqués de ese título que casó con una ex esclava negra de nombre Marie Céssette Dumas de Santo Domingo, que tuvo por hijo a Thomas Alexandre, dejándole huérfano a temprana edad. El niño volvió a Francia con su padre, y más adelante quiso estudiar la carrera militar, cosa que al no complacer a su progenitor, llevó a cabo igualmente, pero cambiándose el apellido paterno por el materno, llegando a alcanzar el grado de general en el ejército de Napoleón Bonaparte.

Casó con Marie Louise Labouret de quien nació el que luego sería el famoso novelista Alejandro Dumas.

Éste, a su vez, quedó huérfano de padre a los cuatro años y su madre y él malvivieron de una reducida pensión de viudedad, por lo que su madre no le pudo dar una buena educación como hubiera sido su deseo. Aún y así permaneció en la Escuela del Abad Gregorie desde 1811 hasta 1813, y de  allí entró en la notaría de su pueblo en 1816, por aquel entonces se dedicó a estudiar leyes y a cazar. Más tarde, en 1819, traba amistad con Adolphe de Leuven y juntos escriben lo que sería el primer trabajo literario de Dumas.

En 1823 se instala en París llevando cartas de recomendación, una de ellas para el General Foy, quien apreciando su buena letra, obtiene para él una plaza de amanuense en la secretaría del duque de Orleáns, con un substancioso sueldo de 1200 francos anuales. Tales ingresos le permiten no depender económicamente de su madre y empezar a estudiar en profundidad la historia de Francia.

Al año siguiente, aprendió fisiología, química y física, asistiendo a clases nocturnas de idiomas y a la de la lectura de los clásicos franceses

(Se da la sorprendente casualidad –o de tal manera así lo hemos leído en un apunte biográfico suyo-, de que ese año, el mismo día de su cumpleaños, o sea el 24 de julio, nace su hijo Alejandro, habido de una unión libre con la modistilla Laure Labay, y que pasando el tiempo se convertiría en otro autor de renombre con su celebérrima La dama de las camelias).

Más o menos por aquellas fechas, descubre el teatro de Shakespeare, quedando prendido en el hechizo del genial dramaturgo inglés, y decide ser escritor teatral, aunque sus comienzos no sean muy halagüeños que digamos, ya que es de continuo rechazado hasta que un empresario le sugiere que persevere. Dumas sigue escribiendo, ahora también poemas y novelas cortas de ambiente histórico que consiguieron llamar la atención del público.

En 1825 estrena en París un vaudeville escrito en colaboración con su amigo Leuven, titulado La caza y el amor, que resulta un gran éxito, y le convierte en un autor rico, por lo cual se trae a su madre a París, y se consagra por entero a la literatura.

Su obra teatral Enrique III y su corte, estrenada el 10 de febrero de 1829, consigue ser incorporada en el repertorio de la Comedie Française, representándole pingües ganancias.

Pero es en 1844 cuando inicia toda la serie de grandes novelas que le conseguirán la inmortalidad, y que se publican por entregas en los periódicos.

Sus éxitos profesionales continúan, ya que en 1847 inaugura El Teatro Histórico, y ese mismo año es nombrado Comandante de la Guardia Nacional.

En 1848 publica El collar de la reina, al mismo tiempo que su hijo lo hace con La dama de las camelias.

En 1850 su Teatro Histórico cae en la bancarrota, y sale a las librerías El Tulipán Negro.

Mientras lleva esta vida literaria tan plena, aún le queda tiempo para meterse en política por lo cual conocerá el exilio en 1851, teniendo que refugiarse en Bruselas, como otros ilustres disidentes. (Aunque se rumorea que fueron las deudas y no los ideales, los que forzaron ese exilio).

En este año, ven la luz de la imprenta Mis memorias, y también viaja a Italia en donde conoce a Garibaldi a quien se le une ideológicamente en Sicilia.

Garibaldi nombra entonces a Alejandro Dumas, Jefe de Excavaciones y Museos de Nápoles en donde residirá hasta 1864.

En 1868, ya de nuevo en su patria, lleva a cabo una serie de conferencias que reparte con el extranjero, inaugura varias revistas en las cuales colabora con sus textos y prepara, además su Diccionario de cocina, que luego se  publicaría póstumamente como Gran diccionario de cocina.

La vida de Alejandro Dumas es en verdad prolífica en lo creativo, tanto, que el hecho de que su pluma saliera cantidad ingente de novelas, 257 adjuntando relatos también, 25 tomos de piezas teatrales, memorias, artículos, etc., no es que haya dado en pensar, ya que existen pruebas que lo confirman, que recibió “ayuda” de otros escritores, entre ellos, el más destacado por considerársele el auténtico “padre” de Los tres mosqueteros, es Auguste-Jules Maquet, coautor con Dumas de otro best-séller de la época: El conde de Montecristo.

Estos escritores que trabajaban para Dumas fueron llamados los “negros” del negro, ya que tales colaboraciones constituían un secreto a voces, como, por ejemplo también, que Dumas tergiversó muchas veces la historia , manipulándola en sus obras, o haciéndola manipular.

Como correspondía a personaje tan vital, se le atribuyen  27 amantes, cuatro hijos fuera del matrimonio y dos legítimos.

Entre los ilegítimos, aparte del ya mencionado Alejandro Dumas, hijo, en 1831 nace su hija Marie-Alexandrine, de los otros sus nombres no se han popularizado tanto.

Y en 1840, el famoso escritor de casa con la actriz Ida Ferrer.

Tuvo por amigos, entre sus ilustres contemporáneos, a Victor Hugo, George Sand, Lamartine, Nerval, Gautier, de Vigny y un largo etc., y las crónicas revelan que no se llevó muy bien con Balzac.

Ganó muchísimo dinero pero murió arruinado, en la casa de campo de su hijo en Puys, el 5 de diciembre de 1870.

Alejandro Dumas, padre, a pesar de todos sus defectos, que los tuvo como cualquier ser humano, poseyó esa gran virtud que sólo los grandes de la literatura tienen: ha llenado de sueños la mente de muchas generaciones de lectores y “sus” héroes en colaboración, han sido siempre ejemplos románticos que no parecen destinados al olvido.


 
 

© 2002 Estrella Cardona Gamio

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