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*AMORES SECRETOS, AMORES PROHIBIDOS*
© 2007/2008 Estrella Cardona Gamio

Sabemos que en casi todas las novelas se habla de amor, pero, ¿conocemos acaso muchas historias verídicas de amores que tuvieron por protagonista a más de un famoso escritor, auténticas vidas de novela que, en algunos casos, llegaron a filtrarse en sus propias obras bien de manera inconsciente, bien intencionada? Me parece que no, al menos no todas.

Por ello, C. CARDONA GAMIO EDICIONES se complace en ofrecer una selección de vidas de autoras/autores cuyos nombres nadie ignora, pero a veces sí su vida amorosa, o determinadas facetas de ella.

Jean-Jacques RousseauV LOS AMORES DE JEAN-JACQUES ROUSSEAU CON MADAME DE WARENS

Jean-Jacques Rousseau, uno de los “padres” ideológicos de la Revolución Francesa, perdió a su madre a los diez días de haber nacido y no cabe duda de que semejante pérdida le marcó para siempre de una forma especial en su relación con las mujeres mayores, sobre todo en su primera juventud.

Las mujeres de más edad le atrajeron en su adolescencia (sin desdeñar tampoco a las jovencitas) buscando en ellas la madre que no conoció en un hogar en el que su progenitor no destacaba precisamente como modelo a tomar por ejemplo ya que prácticamente abandonó a sus hijos en manos de terceros desentendiéndose de ellos hasta el punto de que François, el hermano mayor de Jean-Jacques, abandonó a edad temprana el hogar y nunca más se le volvió a ver.

Rousseau conoció a Mme. de Warens el 21 de marzo de 1728, cuando el tenía 15 y ella trece más. Baronesa por matrimonio y separada voluntariamente del marido, dama de temperamento aventurero y proclive a hacer negocios que siempre acababan en la ruina, Françoise-Louise de la Tour, se convirtió en protectora, mentora y amante, por este orden, del joven.

En un principio la dama se limitó a ayudarle a encontrar trabajo puesto que así se lo pedía en una carta el abate de Ponteverre, y más tarde, un año después, volvió a coincidir con Mme. de Warens quien le acogió maternalmente alojándole incluso en su propia casa. Ella le llamaba “mon petit” y él a ella “mamá”. Vivieron una temporada juntos sin que se trasgredieran los limites de la decencia, pero los viajes de Mme. de Warens, que ocasionalmente oficiaba de espía por cuenta de reyes, y las diversas ocupaciones con las que Rousseau intentaba ganarse el pan, les alejaron. En 1731 otra vez el destino les reunió. Ella residía ahora en Chambery y le invitó a ir, procurándole un empleo en el catastro municipal de Saboya, en donde permaneció ocho meses, luego Jean-Jacques se dedicó a dar clases de música a jovencitas de clase acomodada, y ello hizo que la dama le convirtiese en su amante para librarle de los líos sentimentales en los que pretendían enredarle sus alumnas. ¡Curiosa manera de proteger a un pupilo!

Sin embargo Rousseau tuvo que compartirla con otro amante, uno de sus criados llamado Claude. Esta situación duró dos años y al morir Claude la pareja se quedó sola, viviendo Jean-Jacques entonces la época más feliz de su vida en lo tocante a tranquilidad y bienestar así como a estudios provechosos que enriqueciendo su cultura le serían de gran ayuda en el futuro cuando se dedicase plenamente a las letras como filósofo y novelista.

(El único punto negro en semejante relación se escondía en lo más profundo de la mente de Rousseau, ya que siempre consideró este affaire sentimental como un incesto).

En 1737, y tras pasar el invierno en Montpellier, vuelve con Mme. de Warens que le ha substituido por otro criado y ahí se acaba la historia de sus amores.

Una historia lineal y escueta, por otra parte bastante vulgar, que carecería de interés de no ser Rousseau uno de sus protagonistas; se ha especulado mucho con la leyenda de sus amores rejuveneciendo a Jean-Jacques hasta extremos inconcebibles. Prácticamente se ha llegado a decir que él era poco menos que un niño y ella una mujer vieja, lo que daría al hecho un tinte bastante reprobable. Se conocieron cuando el tenía 15 años y la dama 28, es cierto, pero no se convirtieron en amantes hasta que el muchacho alcanzó los 21 y hay que pensar que en aquella época los jóvenes maduraban deprisa y la moral se hallaba muy relajada aunque siempre se intentasen guardar las formas.

No obstante el hecho de que ella le llamara cariñosamente “mi pequeño”, y él a ella “mamá”, siempre ha conducido a equívoco al pasarse por alto que eso tuvo lugar en otro momento de sus vidas, cuando aún no había establecido entre ellos ningún vínculo de intimidad sexual, pasándose por alto también que entre ambos existió en sus primeros tiempos de relación un verdadero afecto materno-filial.

Después de esta experiencia, por otra parte nada traumática para él, Jean-Jacques Rousseau, tuvo una vida amorosa intensa pero desigual y acabó conviviendo y luego casándose con una mujer inculta y de baja extracción social, Thérese Levasseur, una lavandera que permaneció junto al escritor hasta el fin de sus días.

 

© 2008 Estrella Cardona Gamio

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