La literatura existe porque la vida no basta, Antonio Tabucchi
 
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*AMORES SECRETOS, AMORES PROHIBIDOS*
© 2007/2008 Estrella Cardona Gamio

Sabemos que en casi todas las novelas se habla de amor, pero, ¿conocemos acaso muchas historias verídicas de amores que tuvieron por protagonista a más de un famoso escritor, auténticas vidas de novela que, en algunos casos, llegaron a filtrarse en sus propias obras bien de manera inconsciente, bien intencionada? Me parece que no, al menos no todas.

Por ello, C. CARDONA GAMIO EDICIONES se complace en ofrecer una selección de vidas de autoras/autores cuyos nombres nadie ignora, pero a veces sí su vida amorosa, o determinadas facetas de ella.

Hermanas Brontë - Obra de patrick Bramwell BrontëI EMILY BRONTË Y SUS CUMBRES BORRASCOSAS

Aparentemente, Emily Brontë llevó una existencia, corta existencia, de lo más aburrido e insulso viviendo en un páramo -con la excepción de una fugaz estancia en Bruselas-, en una casa demasiado lúgubre para nuestro gusto, y justo al lado del cementerio, no en balde el pater familias era clérigo, eso imprime carácter quieras que no y más si tenemos en cuenta que la madre murió cuando Emily contaba tres años, con el agravante de que también Mary  y Elisabeth, las dos hijas mayores de la familia Brontë, compuesta hasta entonces por cinco niñas y un chico, queda reducida a los cuatro hijos que conocemos, Charlotte, Emily, Anne y el muchacho, Patrick Branwell.

En un ambiente aislado y restrictivamente familiar, sólo la imaginación podía salvarles y eso fue lo que precisamente sucedió. Se inventaron fantástico reinos infantiles con nombres tan sugerentes como Angria y Gondal, creando mundos de la nada y fueron creciendo hasta su dudosa emancipación, dudosa porque la libertad de que disfrutaron fue una libertad condicionada por el escenario en el que se habían desarrollado. Y si de pequeños podían evadirse de una forma, de mayores se escaparon a través de sus obras.

Emily lo hizo mediante la famosa novela, su única novela, Cumbres Borrascosas, por cierto, ¿se extrajo el título de aquella cita del marqués de Sade, “En amor, todas la cumbres son borrascosas”?, podría ser, ya que las Brontë eran unas mujeres muy cultas.

Se ha especulado mucho, y se sigue especulando, con que Cumbres Borrascosas es una novela autobiográfica en la que, disfrazados, los personajes tienen nombres propios muy diferenciados; Edgar, el hijo de Heathcliff, puede ser Branwell, y los amores tormentosos de Heathcliff y Catherine... tal vez los propios amores de Emily hacia su hermano.

Hubo un tiempo en el cual yo no aceptaba esta teoría, pero ahora tengo mis dudas, por lo tanto, ni confirmo ni rechazo tal suposición, pero no se puede obviar que el fraterno afecto infantil que une a los protagonistas de la novela, esa auto negación de todo contacto sexual entre ellos una vez se hacen adultos, pudiera ser muy bien un trasunto del amor que quizá llegó a existir de Emily a Branwell, porque realmente las bases estaban dadas.

El ambiente del hogar de los Brontë era predominantemente femenino, incluida una tía solterona y el servicio, sólo el padre y el hermano, éste un año más mayor que Emily, representaban al elemento masculino de la familia. El afecto que Emily sentía por Branwell, pintor mediocre, al que sin embargo debemos los retratos de sus hermanas, perezoso, disoluto, alcohólico y opiómano, nació de un maternalismo mal entendido, luego ese afecto creció, y en una existencia privada de amor, sufrió la mutación lógica si tenemos en cuenta el aislamiento emocional en el que vivía Emily. Tal vez ni ella misma se diera cuenta, y Branwell menos, ya que él si tuvo sus escarceos amorosos con otras mujeres, pero el subconsciente la traicionó y sus personajes protagonizaron la historia que de una manera muy distinta había vivido su autora.

Para mí la parte más reveladora es la segunda de Cumbres Borrascosas, habiendo muerto Catherine y enamorándose su hija Cathy de su jovencísimo primo Edgar, enamoramiento que pronto se desvanecerá en cuanto Edgar se muestre tal como es, porque de nuevo nos encontramos aquí con el impedimento que prohíbe dar por buena una relación que no puede serlo. Cathy concluye casándose con un enfermo tiránico y caprichoso que finalmente muere como no hay más remedio que suceda. Pero en el desenlace de la obra un nuevo primo deja en el aire la esperanza de encontrar el amor, y la novela termina aquí.

Si analizamos la primera parte, incluso las escenas pasionales entre Heahtcliff y Catherine, revelan una sexualidad reprimida dolorosamente que conduce por fin a la muerte, la de ella, y a la locura, la de él.

Sus diálogos rebosan desesperación, urgencia y el claro convencimiento de que nunca obtendrán lo que desean:

“Sí, puedes besarme y llorar y arrancarme besos y lágrimas que te abrasarán y te maldecirán. Me amabas, entonces, ¿con qué derecho me abandonaste?”

“Si hice mal me equivoqué y muero por ello. ¡Ya es suficiente! Tú me abandonaste también, pero yo no te lo echo en cara. Te perdono. ¡Perdóname tú!”

Una certidumbre, la del adiós definitivo, que Emily rubricó con su propia muerte -un resfriado que no quiso que el médico atendiera-, acaecida en diciembre de 1848, tres meses después de la de su hermano -en cuyo entierro en el cementerio contrajo-, al que no pudo, o no quiso, sobrevivir, tal vez para no convertirse en otro Heathcliff perseguidor de espectros. Lo curioso del caso es que la novelista escribió su obra con mucha antelación al fallecimiento de Patrick Branwell.

© 2007 Estrella Cardona Gamio

© C. CARDONA GAMIO EDICIONES. Reservados todos los derechos. En la Red desde 1999.