La Tierra: año 2122
Relato de Estrella Cardona Gamio incluido
en el libro LA TRAMPA DE SER
MUJER, C. CARDONA GAMIO EDICIONES 2007
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La
Tierra, año 2122...
La
evidencia se hizo presente por sí sola; resultaba tan irrebatible
que era absurdo seguir ocultándola por más tiempo; ningún gobernante
podía ser capaz de disimularla ni siquiera con la más sofisticada
demagogia.
En
el planeta Tierra ya no quedaban mujeres aptas para la reproducción
de la especie por motivos que no constituían precisamente un
top secret internacional; hacía más de cien años que
al ser viable la elección de sexo del vástago por engendrar,
aparte de la del color de cabello y ojos, todos se habían decantado
al escoger mayoritariamente "niño" en lugar de "niña".
De momento la cosa hizo mucha gracia, incluso a las madres,
que así veían cumplidas en su criatura unas abstractas esperanzas
de perfección y superioridad que sólo en el hombre podían cristalizarse,
y los niños se multiplicaron como los míticos y ya extintos
conejos en tiempos de veda. Se multiplicaron tanto, tanto, que
la población femenina empezó a disminuir con el paso de los
años, de manera imperceptible al principio, pero progresiva
e imparable, hasta que al final sólo quedaron las ancianas,
y después, con la muerte de la última, ninguna.
En
el movible Centro Rector del Planeta, que aquel año tocaba al
país de turno, la noticia llegó por el canal ultra privado al
que únicamente tenían acceso la cúpula de todos los gobiernos
de la Tierra, sus servicios secretos y nadie más.
—Señor
—se le informó al Presidente anual— señor, la última acaba de
desaparecer...
El
mandatario se quedó contemplando fijamente a su interlocutor,
imagen virtual inexpresiva, inmovilizada en la pantalla privada
de su intransferible y personal... Bueno, lo que podemos entender
hoy por ordenador, ya que en el 2122 se llamará de otra manera
y sus prestaciones serán prácticamente ilimitadas y por supuesto
desconocidas para nosotros.
—¿La
última?
—Sí,
la última, señor.
No
hacia falta añadir más; el Presidente anual sabía muy bien de
quien se trataba y tragó con dificultad. La última anciana había
fallecido, tuvo una vida larga pero estéril que no sirvió para
otra cosa que no fuera ser citada en las guías turísticas como
rareza digna de visitarse, en la presente circunstancia dentro
de su propia casa vitaliciamente sufragada en todo por el fondo
público. Era como una reliquia, como un símbolo, un recuerdo,
lo fabuloso, lo quimérico, lo imposible, una especie de esfinge
moderna aunque desprovista de acertijo, y se había ido al final.
No es que no lo hubieran previsto, esperado, incluso temido
con resabios supersticiosos..., mas todo llega fatalmente.
El
Presidente anual sintió que un sudor frío le bañaba; aquel óbito
tenía connotaciones de trompeta apocalíptica, de última llamada
de advertencia.
—¿Reunión
en la cumbre, señor?
—¿Eh?
—pregunto distraído el Presidente anual para reaccionar de inmediato—
Sí, claro.. ¡No, no, espera!... Ponme con DOCTOR.
DOCTOR
no era una persona concreta sino muchas que se identificaban
bajo ese nombre, un complejo de científicos al que pudiéramos
denominar asesores políticos más que otra cosa porque gobernaban
extraoficialmente sobre tierra, mar y aire y nada podía hacerse
sin consultarles.
—¿Comunicación
directa?
El
Presidente anual empezaba a irritarse.
—¡Sí!
—vociferó; las maquinas no debieran preguntar tanto sino obedecer
a la primera.
Afortunadamente
la comunicación fue instantánea.
—Conexión
1-A, aquí el Presidente...
—Lo
sabe, ¿no? —le interrumpió con frialdad, a través del altavoz,
su interlocutor invisible; nunca se les veía la cara por razones
de seguridad.
—Sí.
—Justo
a tiempo, debemos congratularnos...
El
Presidente anual notó que los ojos se le inundaban de lágrimas
de emoción, ¿sería posible que después de tantas décadas de
experimentos se hubiera conseguido al fin?
—...
empleando viejos términos comparativos podríamos calificarlo
de milagro —continuaba hablando la voz de DOCTOR, y agregó,
inexpresivo, en una insólita desviación hacia el humor—. La
reina ha muerto, viva la reina.
El
Presidente anual tuvo que recurrir a una bebida energética compensatoria,
para superar el momento, que las alegrías también pueden matar;
¡el Hombre se había salvado!
—¿Cómo,
cómo ha sido? —quiso saber de forma muy poco protocolaria, debilidad
que el otro pasó por alto debido a la trascendencia del momento
histórico que la humanidad estaba viviendo.
A
DOCTOR le encantaba redactar informes o bien hacerlo verbalmente,
única concesión a su naturaleza de homo sapiens-sapiens, por
tanto empezó a hablar remontándose innecesariamente a los orígenes
del asunto, y digo innecesariamente porque el Presidente anual
se los sabía de memoria, pero dadas las circunstancias, resultaba
excusable esa repetición:
—Al
comenzar a decaer la población femenina en una progresión geométrica
alarmante —habló de manera monótona y sentenciosa—, se empezaron
a probar recursos diferentes ya que a dicha extinción se sumaba
el que las pocas aptas que quedaban o bien se estaban quedando
estériles, o no llevaban a término los embarazos...
—¡Sí,
lo sé! —atrevióse a interrumpirle excitado el Presidente anual—,
y por si esto fuese poco en los varones se extendió como una
plaga la azospermia, el semen carecía de espermatozoides...
—Cierto,
afortunadamente los científicos dieron con la solución del problema
enseguida: las células madre masculinas, debidamente tratadas,
podían convertirse en licor seminal de alto valor reproductivo,
sólo que cuando se alcanzó ese logro, las pocas mujeres supervivientes
se habían quedado definitivamente yermas, y luego envejecieron...
Bien es verdad que antes de que la vejez llegara se hicieron
algunos delicados experimentos con ellas pero tampoco dieron
fruto, luego se probó con los escasos embriones congelados que
aún quedaban, prácticamente deshechos residuales, introduciéndolos
en úteros sintéticos, pero ya sabemos que el proceso no fue
viable... Se sucedieron los experimentos sin que cuajaran en
un resultado satisfactorio...
El
Presidente anual se estaba impacientando.
—Sí,
sí, todo eso ya lo sé; se empezó a probar con las hembras de
los primates superiores y no dio ningún resultado...
—De
esto hace pocos años, pero la investigación ha adelantado muchísimo.
El
Presidente anual se hallaba al borde del colapso nervioso y
finalmente perdió la compostura:
—¿Quiere
hacer el favor de decirme de una vez qué es lo que ha sucedido?
Su
interlocutor debió de sonreír conmiserativo al otro lado del
altavoz porque las palabras resonaron de manera diferente.
—Sabe
usted que probamos con cualquier clase de mamíferos, lo que
ignora es que echamos en olvido al más significativo de todos
ellos, el más próximo al hombre por su ferocidad, valor, astucia,
fortaleza, competitividad, espíritu de supervivencia, amén de
una total adaptación al medio pues es omnívoro y acostumbra
a vivir en grandes y fraternas comunidades... La verdad es que
no sé la causa de que los relegáramos al olvido, una singular
omisión de esas que suelen darse de manera incomprensible y
que retrasan el progreso científico...
—¡Al
grano! —aulló el Presidente anual ya fuera de sí.
—A
eso voy si tiene la bondad de no interrumpirme —replicó el otro
con altivez—. Hemos conseguido un embarazo normal y la criatura
ha nacido en perfecto estado de salud y fortaleza física, habiéndose
conseguido incluso erradicar de entrada un 60% de herencia genética
materna, lo que ya de por sí es otro éxito, lo cual permite
suponer que puede repetirse el experimento con óptimos resultados
en sucesivas gestaciones múltiples.
El
Presidente anual lloró de alegría sin cohibirse.
—¿Y
la madre de alquiler, se encuentra bien después del alumbramiento
o es un caso aislado? Es decir, si estas hembras poseen la debida
resistencia —preguntó inquieto tras haberse sonado ruidosamente.
—Oh,
sí, es, son, muy resistentes, además, pertenece a una especie
prolífica por demás, lo que viene a significar que en ese terreno
no habrá problemas... Sin embargo existen dos aspectos de la
cuestión que aún no le he comentado...
—¿Qué?
—se sobresaltó el Presidente anual.
—El
nuevo ser humano es diminuto aunque esperamos hacer crecer con
el tiempo a sus hermanos por el sencillo procedimiento de manipular
biológicamente a las madres —cuando estas se hallen todavía en fase embrionaria dentro de las suyas—,
hasta conseguir que las hembras portadoras desarrollen un tamaño
aceptable, como mínimo de metro cincuenta, eso por un lado y,
por el otro, el segundo
aspecto de la cuestión, es que los gatos quedarán rigurosamente
proscritos de toda compañía humanoide.
—¿Los
gatos? —exclamó estupefacto el Presidente anual; a él le gustaban
mucho, tenía cinco en la mansión gubernativa.
—Naturalmente,
señor —era la primera vez en el curso de la conversación que
le daba este tratamiento—, los gatos; la madre de nuestro homínido
pertenece al orden llamado Rodentia de la familia de
los Múridos, subfamilia Murinos, género Rattus,
especie Rattus Novergicus.
El
Presidente anual no entendía nada.
—Perdón,
¿cómo dice?
—Muy
simple, que es una rata.
FIN
Estrella Cardona Gamio, Sant Cugat del Vallès,
5.7.2006/8.10.2006