LA
LEYENDA DEL HADA MELUSINA
por Estrella Cardona Gamio
El origen de esta leyenda lo hallamos en las hadas acuáticas, o que alguna referencia tienen con el agua, aunque también se ha querido hermanarla con las Damas Blancas en lo que de agorero éstas puedan tener -a su vez herederas de las Banshee irlandesas y las Benshir escocesas-, mezcla de unas y de otras, con sus toques heráldicos incorporados que nos conducen ni más ni menos que a la historia-ficción de muchas dinastías, nos encontramos con Melusina hada de patrias varias, ya que tanto franceses, alemanes e incluso chipriotas, la reclaman como uno de los suyos.
La simbología del agua, en las más antiguas culturas del planeta, se halla unida a la fecundidad igual que las serpientes -y por deformación, o transformación, también los dragones, que en un principio parece ser fueran serpientes aladas-, pues siempre se encuentran cerca del líquido elemento, y la fecundidad a su vez, se relaciona con la diosa Luna en cualesquiera de sus múltiples acepciones, y de la luna a la mujer poca diferencia hay aunque si exista una escala de grados digna de tener en cuenta: la doncella, la madre y la hechicera.
En tiempos remotos que bien podemos llamar prehistóricos, cuando el misterio de la maternidad tenía sometido al varón de la especie que adjudicaba unos poderes incomprensibles, y por ello mágicos, a la mujer, el matriarcado imperaba en la sociedad de su época; la mujer era dadora de vida y las diosas gobernaban la Tierra muy por encima de sus homónimos -ya que en épocas pretéritas, incluso el sol era una deidad femenina-, luego, cuando el hombre descubrió que él tenía arte y parte en el misterio de la concepción, las cosas cambiaron hasta el punto que ancestrales saberes tuvieron que disfrazarse con ropajes diferentes; de ser madres y señoras, sacerdotisas de fecundidad adoradas sin discusión, las mujeres empezaron a convertirse en hechiceras, brujas o hadas –que viene a ser lo mismo-, y éstas a su vez en leyenda, una leyenda que intentaba preservar lo poco que les quedaba ya del concepto sagrado de un divino ministerio, el de dar la vida, y Melusina es una de ellas: hada y leyenda.
Las primeras hadas acuáticas de las que tenemos noticia son las glaistig, las selkies -llamadas roane en Irlanda-, o hadas foca que se despojan de esa piel al subir a la superficie del mar, luego las etéreas y frágiles asrai a quienes la luz del sol convierte en agua, y las famosas sirenas o sus no menos conocidas hermanas, las ondinas habitantes de ríos y lagos –entre ellas la muy cantada Dama del Lago, musa de poetas, cuyo misterio reside en que no hay tal lago sino un palacio hechizado-, o sus primas galesas las hadas acuáticas llamadas gwragedd annwn, que no hacen sino evolucionar la genealogía de estos seres míticos.
El hada Melusina era humana en su apariencia, pero no siempre, mitad mujer mitad sirena, o algo semejante, ya que de cintura para abajo no tenía piernas que suplía una cola escamosa, si bien el prodigio sólo tenía lugar los sábados -y según otros los miércoles-, cuando se encerraba en sus aposentos introduciéndose en el agua de una bañera de mármol.
Los enlaces entre mortales y hadas parecen estar sujetos, desde tiempo inmemorial, a unas leyes singulares que consisten en que el hada pone condiciones y el aspirante a su mano las acepta incondicionalmente, deslumbrado en un principio para luego faltar siempre a su palabra, y el hada, siempre también, decepcionada, retorna a sus orígenes acuáticos.
(“Si me golpeas tres veces te abandonaré, si me regañas tres veces te abandonaré, no debes vigilarme, seguirme o espiarme, o de lo contrario te abandonaré”. Prudentes advertencias todas ellas que, repitiéndose en los cuentos con diferentes heroínas, sólo conducen a un mismo final, por incumplir el esposo la promesa hecha).
La leyenda del hada Melusina comienza en el momento que su madre, El hada Pressina, la maldice condenándola a ser eso, mitad mujer, mitad serpiente en castigo por haber encerrado a su padre, el rey Elinas de Escocia en la montaña mágica de Northumberland a causa de una falta no tan grave como para ser penada con semejante severidad –de hecho la falta era el quebrantamiento de la consabida promesa dada, en este caso a su madre Pressina-.
Lo curioso del hecho es que habiendo sido secundada por sus hermanas, Melior y Plentine, ella fue víctima de la maldición materna y las otras no.
Después de esto, y junto a una fuente, tiene lugar el encuentro entre Raymondin y Melusina.
Raymondin es hijo del conde de Forez, pero, este último, protegido por su hermano el de Poitou, le cede a su primogénito en adopción como muestra de buena voluntad ya que Aymeric le donó tierras para que se estableciera y pudiese pagar deudas contraídas.
Cierto día, habiendo salido a cazar, Raymondin mata accidentalmente a Aymeric de Poitou cuando lo que intentaba era salvarle la vida del ataque de un jabalí. Desolado e invadido por la desesperación, Raymondin vaga por los bosques sin saber como comunicará tan infausta nueva a los hijos del muerto, mas hete aquí que, junto a una fuente, La fuente de la sed, se encuentra a una bella muchacha vestida de blanco: es el hada Melusina.
Melusina le consuela y le da la solución para explicar a los hijos del conde de Poitou, como sucedió la muerte accidental de su padre. Raymondin, prendado tanto de su belleza como de su sabiduría, la pide en matrimonio, imponiéndole ella sólo la condición de que los sábados le permita retirarse a sus aposentos sin ser vista en todo un día y una noche, a lo que su enamorado se aviene sin discutir.
El caballero regresa a la corte del hermano de su padre y relata a sus primos como sucedieron los hechos conducentes a la muerte del conde; sus primos aprecian la nobleza de su conducta y no tienen nada que reprocharle, al contrario, pues le ofrecen como regalo de bodas unas tierras que él debe elegir, entonces el hada Melusina le aconseja que pida toda la extensión que pueda caber en una piel de ciervo, y, cogiendo esa piel, hace largas tiras de ella, las cuales, al ser enlazadas, dan un inmenso territorio que desde entonces será su feudo.
Ambos contrajeron nupcias y Melusina le hizo el presente de construir, con ayuda de otras hadas y entidades mágicas, el castillo de Lusignan para él, aparte de la capilla en la que se casaron.
Vivieron felices muchos años, hasta que un malhadado día, el conde de Forez, hermano de Raymondin, en el transcurso de una alegre cena que se celebraba precisamente la noche de un sábado, vertió insidioso en su oído comprometedoras dudas acerca de la desaparición de su esposa Melusina, ya que no compartía con ellos la mesa. Entonces, Raymondin, acicateada su curiosidad, subió a las estancias del hada y espiándola por el agujero de la cerradura pudo descubrir el secreto tan celosamente guardado; ella estaba en el baño y de cintura para abajo era una serpiente.
Con todo, y porque la amaba, Raymondin prefirió callar y no comentarle a nadie lo que había visto. Sin embargo, tiempo después, uno de sus hijos, Geoffroy, enzarzado en lucha fraticida con su hermano Fromont, acabó con la vida de éste, arrasando el convento en donde era monje, con cuya existencia pagaron también los demás religiosos al haberle acogido. Raymomdin entonces acusó a Melusina de haberle traído la desgracia a su linaje, y rechazando las muestras de consuelo que su esposa le ofrecía la trató de odiosa serpiente, lo cual hizo comprender al hada que el secreto había sido descubierto, o sea, que Raymondin no cumplió su palabra dada como caballero.
Melusina, herida en lo más profundo por la traición, se encolerizó y huyó volando del castillo, para no volver más que de noche a visitar a sus hijos, pero nunca a Raymondin, quien la perdió para siempre, acabando sus días como ermitaño en la montaña de Montserrat
Según la leyenda, el hada Melusina acostumbróse a volar entorno al castillo de Lusignan cada vez que los condes iban a morir, alertando a sus moradores con gritos y lamentos.
Siguiendo con las leyendas, se hace nacer la del hada Melusina, en Irlanda –aunque más tarde se alargase a Escocia-, de donde parece surgió el mito que luego pasaría a Normandía y Bretaña –convertida Melusina en una representación de Lucina, la diosa gala que preside los nacimientos-, para extenderse, en la Edad Media, y a través de diferentes versiones, todas ellas convenientemente cristianizadas, por Holanda, Alemania, Dinamarca, Suecia, España e Italia.
(Tenemos que advertir al respecto que la leyenda de Melusina puede llegar a tener numerosas variantes, como que ella se transformó en un monstruo escamoso al ser descubierta, o también en un alma en pena errante hasta el fin de los tiempos, y otras muchas más concernientes a los castillos, fortaleza e iglesias que construyera de la noche a la mañana, eso sin olvidar, por ejemplo, como en Alemania la leyenda de Melusina nos menciona que en el bosque de Stollenwald, en Baden, fue el hijo de un magistrado quien se tropezó con Melusina, presentándosele ésta bellísima pero sin manos y con cola serpentina. Tan hermosa era que el joven le dio tres besos en la boca, regresando al otro día para encontrarla con cuerpo de dragón aunque el rostro continuaba siendo el mismo, seductor y de una beldad sin par. De nuevo el enamorado galán le da tres apasionados besos y vuelve a la siguiente jornada, pero entonces Melusina ya es un monstruo con cara de sapo y él huye horrorizado para no retornar nunca más, casándose tiempo después con una mucha normal).
No podíamos concluir este apunte sobre la leyenda de Melusina, sin mencionar a sus hijos, singular y espantable descendencia, cuya anormalidad no dudamos encierra más de un soterrado simbolismo.
Raymondin y Melusina fueron padres de 10 vástagos, de los cuales, menos dos, el resto infundía pavor:
Urian, tenía orejas oscilantes y un ojo rojo y el otro verde.
Eudes, la cara escarlata.
Gyot, un ojo más alto que el otro.
Antoine, en la mejilla, una pata de león, y antes de los 8 años su cuerpo se cubrió de pelo y fue dotado de cortantes garras.
Renaud no tenía más que un ojo y la lengua tan larga que la arrastraba por el suelo.
Geoffroy, dientes de jabalí.
Fromont, una mancha velluda sobre la nariz.
Armand era alto como tres torres, también tenía tres ojos y antes de cumplir los cuatro años ya había matado a dos nodrizas.
Thierry era normal e igualmente Raymonnet.
Ahora bien, semejante progenie, engendró dinastías si hemos de atenernos a la historia que no a la leyenda, pues Urian fue rey de Chipre, Renaud rey de Bohemia, Antoine duque de Luxemburgo y Gyot rey de Armenia, siendo el último heredero del linaje de los Lusignan un tal León V rey de Armenia, y descendiente de Melusina, más conocido como Raymondin -tal vez por aquello de volver a los orígenes cuando todo termina-, con el que se extingue la familia, allá por el 1387, cuando Jean d’Arras escribió El mito de Melusina o la increíble historia de los Lusignan, por encargo expreso del duque de Berry, quien acababa de hacerse con el feudo y deseaba dar un tinte sobrenatural a unos orígenes que quizás no tuvieran nada de ello, pero que convenía mitificar por razones de prestigio político, muchas veces sustentado en entidades legendarias oscuramente entroncadas con dioses que el cristianismo había encargádose de proscribir.
La historia del hada Melusina ha tenido eco en la actualidad a través de una magnífica novela de la británica A.S. Byatt, Posesión, en la que esta leyenda secular sirve de leit motiv a un argumento de gran originalidad que no dejamos de recomendar al público lector ya que en ella encontrará intriga, suspense y dos historias paralelas que se entrelazan, combinando el ayer y el hoy con singular maestría.
(En el momento de escribir las presentes líneas, nos hemos enterado de que casualmente se estrena en estos días, últimos de agosto del 2002, un film protagonizado por Gwyneth Paltrow e inspirado en la novela más arriba mencionada; si la reproducción es fiel, no hay duda de que será una maravillosa película).
NOTA:
La leyenda que nos ocupa, ha
bebido de diversas fuentes –nunca mejor dicho en este caso-, informativas,
fuentes a veces contradictorias, ya que era contada de maneras muy diferentes
e incluso confusas si nos atenemos a la parte histórica. No obstante, he procurado
aclarar en lo posible el hilo argumental, que, eso sí, nos habla de un hada
mitad humana mitad serpiente debido a cierta maldición materna; de quien luego
se enamore de ella y huya espantado o quebrante promesas, eso, como diría
Rudyard Kipling, “es otra historia”... o innumerables, si el lector es curioso
y posee espíritu investigador.
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