Madame D'Aulnoy
por Estrella Cardona Gamio


Marie-Catherine le Jumel de Berneville, baronesa de Aulnoy, más conocida en literatura como Madame D'Aulnoy, vio la luz en las afueras de Berneville le Bertan, una pequeña villa próxima a Honfleur, el año de gracia de 1650, llegando a convertirse con el tiempo en una famosa escritora de la época, digna émula y rival de Charles Perrault -favorecida la incruenta contienda por un rey, Luis XIV, que lo único que pretendía era que el pueblo se distrajera de las penalidades y miserias con lindas fábulas y cuentos siempre moralistas-, ya que Madame D'Aulnoy fue una brillante narradora, entre otros libros -unos de viajes y otros novelas románticas-, de cuentos de hadas o simplemente mágicos.

Marie-Catherine procedía de una noble familia de ramificaciones normandas, y su padre había servido como militar en el ejército del rey, en cuanto a su madre, una mujer muy inteligente y cultivada, que gustaba de frecuentar la corte, quedando viuda, contrajo matrimonio con el marqués de Gudaine. Habiéndose casado con este aristócrata, por motivos del cargo de su marido, tuvo que residir en Roma en donde estuvo en contacto con la nobleza española y por ende con la corte de Madrid, para la que trabajó, labor que luego también desempeñaría su hija.

La vida de Madame D'Aulnoy, al margen de su vertiente literaria, es verdaderamente apasionante y no nos cabe la menor duda de que siglos después, sirvió de modelo para el personaje de Milady en Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas, naturalmente, teniendo mejor fin que aquella heroína de ficción.

La joven casó a la edad de 15 años con el Barón D'Aulnoy, François de la Mothe, mucho mayor que ella y luego intrigó para que le acusaran de un delito de lesa majestad, penado con la muerte, objetivo que afortunadamente no se cumplió.

El conde, en venganza, una vez quedó exonerado de la acusación, disipó su fortuna y la de ella, muriendo poco después de haber arruinado a la familia, cosa que no inquietó grandemente a su viuda pues marchó a España con su prole, cuatro hijas, dos de las cuales nunca fueron reconocidas por el esposo.

(Esta marcha tuvo el pretexto de ir a reunirse con su madre, ya que la verdad, siempre descarnada, es que huía de la justicia del rey, porque no se puede acusar a un marido de traidor impunemente cuando no sólo no lo es, sino que, además, su inocencia queda demostrada y la intriga puesta en evidencia).

Mujer de gran belleza, aun a sus 30 años –no olvidemos que en aquella época se envejecía pronto-, llegando a Madrid se instaló en la corte, en donde fue, por cierto, muy bien recibida.

A partir de esta fecha sus biógrafos no parecen ponerse de acuerdo, pues mientras unos afirman que también viajó por Flandes e Inglaterra, otros aseguran que se movió muy poco de Madrid, en lo que sí da la sensación de que no existen dudas es que trabajó de agente secreto, lo que la acaba de hermanar con la Milady de Alejandro Dumas.

Esta mujer carente de prejuicios y de temperamento aventurero como un hombre, pero irresistiblemente femenina, tuvo, sin embargo, que esperar a que Luis XIV le concediera su real perdón en 1685 –que, por otra parte, ella ganó a pulso trabajando como espía al servicio de Francia-, para volver a París, en donde llevó una vida discreta dedicada a la literatura en la cual cosechó grandes éxitos siendo esta carrera la que ha hecho llegar su nombre hasta nuestros días.

Contemporánea de Perrault, sus cuentos de hadas, son, no obstante, diferentes a los de este autor; Charles Perrault es sencillo, directo y sus relatos, compilación de antiguos cuentos, son cortos, encerrando la virtud de que cada uno es una especie de arquetipo y por tal causa continúan vigentes, mientras que los de Madame D'Aulnoy, siendo encantadores, y también reescritos, no son ni sencillos ni breves, sí mucho más literarios y nada arquetípicos, aunque, indiscutiblemente, dignos de ser leídos, ya que no en balde, con Perrault en cabeza, ella es la segunda escritora de cuentos de hadas de Francia, allá en la época en que éste género literario comenzó a destacar.

Entre 1697 y 1699 publicó ocho volúmenes de cuentos, habiendo empezado con la inserción del primero de ellos titulado La isla de la felicidad, en La historia de Hipólito conde de Douglas, una novela.

Entre sus numerosos cuentos podemos citar algunos como El pájaro azul, La Bella de los cabellos de oro, El enano amarillo, La rana benefactora, La buena ratita, La rama de oro, y La princesa Rosette.

También escribió libros de viajes y sus memorias, tuvo un salón literario, muy en boga en ese tiempo, y aunque vivía retirada hizo una vida social intensa y como era dama de gran cultura fue miembro de la Academia dei Ricoverati de Padua, séptima mujer famosa entre sus miembros, conocida bajo el sobrenombre de La elocuente y Clío, como la musa de la historia.

Murió a los 54 años el 14 de enero de 1705 y fue enterrada en Saint Sulpice a cuya parroquia pertenecía.

Sus hijas heredaron el talento de Madame D'Aulnoy, continuando la tradición literaria familiar.

© C. Cardona Gamio Ediciones 2002


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